Siempre me gustó celebrar el fin de año. Lejos de ser por religión, creencias o los regalos, lo que más me gustaba era que me ponía feliz. Estar con mi familia, con mis primos, mis abuelos, mis tíos. Ver el cielo iluminarse con miles de fuegos artificiales, comer nueces y por supuesto la indiscutible magia de las doce, cuando con mi prima abría los regalos que había dejado Papá Noel.
Con el tiempo, mi visión y la versión de Navidad y Año Nuevo fue variando. Pasé las fiestas sola en Estados Unidos, cuando hace unos cuantos años me fui a vivir allá. Celebré con una nueva familia momentánea, que eran en aquel entonces mis compañeros de trabajo, mi novio y mi roommate. Todas personas que por esas cosas de la vida nunca jamás volví a ver, pero compartir con ellos dos maravillosas noches nos unió por siempre.
Me acuerdo que ese 31 de diciembre salí del trabajo a las 11 de la noche con mis compañeros y volvimos caminando a nuestros cuartos a cambiarnos, y literalmente corrimos hasta la gran fiesta (a la cual nos colamos por detrás de un mozo). Llegamos con solo 5 minutos para el famoso countdown que todos gritaron a la vez. Ese momento quedó por siempre grabado en mi memoria.
Allí aprendí que muchas veces no se puede estar con la persona que amamos, sea por distancia o porque simplemente no está más. Pero, eso no quiere decir que no esté con nosotros en nuestro corazón, y en muchas cosas que seguimos haciendo porque de ellos lo aprendimos, lo adquirimos o lo heredamos.
Es mi deseo que puedan compartir estas fiestas con quienes aman, en persona o en pensamiento, y que empiecen el 2014 con amor, paz y mucha felicidad.
Celebremos juntos el último número de este año, con mucho para leer, mirar y aprender.
Ci vediamo!
Betsy.-
* Artículo original publicado en la Revista Slm de Diciembre 2013
