No nos parecemos a mamá. Cuando tenía dos años, mi mamá me llevaba a los pocos locales que había para chicos y yo elegía qué quería ponerme. No armaba los típicos conjuntos por color, sino por contraste. Sin saberlo yo era una Suri Cruise, una fashion kid. Unos cuantos años más tarde, sigo teniendo esa misma obsesión por la ropa, los colores y las combinaciones eclécticas.
Mi mamá es entre otras cosas una artista. No de profesión, ni de escuela, pero de alma. Entendió con el tiempo mi pasión por la moda, al punto que ella misma empezó a adoptarla. Aprendió nombres de diseñadores impronunciables e historias de grandes maisons, mira FTV y se sienta en las primeras filas de los desfiles. Es una fashionista por aprendizaje.
Pero yo no me parezco a mi mamá. Vamos de compras por separado y volvemos las dos con la misma remera, y la idea de comprarnos el mismo vestido que vimos en otra vidriera.
Por imitación o por herencia, descubrimos en nuestras madres cosas nuestras. A medida que vamos creciendo, las delgadas líneas que definen los roles familiares se van moldeando y acomodando. Ellas nos enseñaron a caminar, a hablar y a comer desde chicos. Nosotros les enseñamos a hablar con palabras modernas, a caminar con tacos imposibles y a comer los nuevos platos internacionales. Intercambiamos los roles. Y vemos en ella una mujer rejuvenecida.
Este es un mes especial, que juega con los sentimientos. Es el mes internacional de la lucha contra el cáncer de mama, y en Argentina celebramos el día de la madre. Entonces porqué no decir, sólo por este mes, que nos parecemos a mamá, y que de ella aprendimos todo. Quizás en el fondo sepamos que es cierto.
