Los primeros días de enero Buenos Aires está casi vacía. Hay espacio para estacionar, menos gente en las calles y en las avenidas, los bares tienen lugar para sentarse a comer, y las autopistas no están congestionadas. Pero de noche el encanto porteño no se queda atrás de la movida de la cual se han apoderado Punta del Este, Miami, Pinamar, Mar del Plata, y toda la costa argentina, el sur, y hasta Córdoba.
La noche de Buenos Aires encandila. Toda la gente que no sale a la calle durante el día, se anima a recorrer las calles, los bares y pubs. La ciudad se llena de brillos. De las luces, las minis y los shorts de paillettes. Buenos Aires vive. En las fiestas al aire libre o en las terrazas de los bares, las mateadas cerca del río, la música en inglés, francés y hasta en portugués. Esos temas que uno sólo escucha en verano desde la playa y que todo el año las repite cual muletillas.
Así descubro que Buenos Aires no está vacía. Simplemente nos escondemos durante el día. Y se entiende, con 30º a la sombra que nadie quiera otra cosa más que quedarse hasta tarde en la pileta (esos locos afortunados) o en una oficina con aire acondicionado al menos. Eso sí, cuando baja el sol y el aire es tolerable salimos a la luz. Nos encontramos con amigos, compañeros de trabajo, pretendientes, novios, parejas, maridos, primos, tíos, vecinos. Y festejamos, brindamos, comemos picadas al aire libre, nos sentamos en una mesa y miramos las estrellas mientras tomamos una rica cerveza. Compartimos un momento que sólo se hace mágico en verano, cuando refresca el asfalto pero todavía la temperatura está ideal para mostrar las piernas, llevar un buen escote, y no llevar abrigo.
Compartir. Esa debería ser la palabra que identifique al mes de enero, porque admitámoslo, cuando empieza el año nos gusta juntarnos y acompañarnos. Bienvenido 2012.
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Betsy.-
