Inspirado en sus ejercicios olfativos realizados en el Museo del Perfume de Buenos Aires, el diseñador Francisco Ayala tradujo los perfumes en colores. Así es que violeta, verde, lavanda y un tono «curry» se utilizaron para los tintes de sus creaciones en satén, gasa, crepes y organza así como en paños y telas de punto ultra adherentes al cuerpo.
Con siluetas bien marcadas y un esmero que denota su profesión artesanal, los vestidos pasaron de volátiles faldas con transparencias a trajecitos casi tornasolados en telas más rígidas.
A la hora de abrigarse, no faltaron los sacos con mangas tejidas, ni los vestidos con cuellos altísimos. ¿Detalles? Francisco Ayala no se perdió de ninguno: paillettes y canutillos bordados a mano.